Dice la oración colecta de esta celebración: “en la Sagrada Familia nos ofreces un verdadero modelo de vida, concédenos que imitando en nuestros hogares las mismas virtudes y unidos por el amor, podamos llegar, todos juntos, a gozar de los premios eternos en la casa del cielo”.
Quisiera en este día compartirles algunas de esas virtudes que vivieron Jesús, José y María para que de verdad las imitemos y podamos recibir los premios eternos en nuestro definitivo hogar, el Cielo.
A. Se mantuvieron unidos en la dificultad: unidos por Jesús, cuando sucede la persecución huyen a Egipto. El estar unidos es lo mejor. No vale el dicho “sálvese quien pueda” porque así nadie se salva. Cuando cada uno se dispara para el lado que más le conviene; para el lado más favorable para sí y se olvida de los otros, es muy poco probable que termine bien. Esposos y esposas, hasta los hijos, cuando se han visto envueltos en un problema insufrible y han acudido a la droga, al alcohol o a algún otro escapismo, a la larga, o más bien, a la corta han terminado mal. Lo mejor pues es la unidad en la dificultad. Es poderse contener unos a otros. El saberse miembro de un cuerpo familiar y tomar conciencia que si uno de sus miembros está enfermo o sufre, entonces todo el cuerpo sufre con él.
B. Renovar y conservar la paciencia: José, María y el Niño permanecieron en Egipto hasta la muerte de Herodes. Somos compinches de los “cortos plazos” y prácticamente enemigos de los “largos plazos”. Nos gusta más lo que se obtiene rápido y con el mínimo esfuerzo que lo que demora en conseguirse y a base de esfuerzos y abnegaciones. La Sagrada Familia nos enseña a cultivar los dones de la piedad y el temor de Dios; nos estimula a “permanecer” en actitud de confianza y reverencia. Muy a menudo papá, mamá, hijos y entre hermanos se pierde la paciencia y se falta constantemente a la caridad. Solemos decir que, como somos de la familia, entre nosotros la cosa es así. Pero no nos damos cuenta que pueden ser heridas muy difícil de curar y que inconscientemente así tratamos a nuestros súbditos, amigos y luego a la familia que formemos o de la que formemos parte. Renovar la paciencia con las palabritas “perdóname” o “disculpa” y con el ofrecimiento a Cristo par que él las injerte en su pasión tenga misericordia de nosotros y de todas las familias.
C. El respeto que hay que tener por los mayores y ancianos: José no es el progenitor de Jesús, pero es su custodio y protector; es el esposo de la Virgen María a quien ama como Cristo ama a su Iglesia. Se percibe en esta lectura y se respira un ambiente de sagrado respeto entre José y María. Pero además, en el Evangelio de San Lucas se destaca el respeto de Jesús a su Madre y a José, su padre adoptivo. Cada uno en la familia tiene un rol que cumplir y no “puentear, transgredir o saltar”. Ya nos lo dicen la primera y segunda lectura de hoy. “El que honra a su padre expía sus pecados y el que respeta a su madre es como quien acumula un tesoro” (1ª Lectura); “Mujeres, respeten a sus maridos… Maridos, amen a su mujer… Hijos, obedezcan siempre a sus padres…” (2ª Lectura). Hoy es muy habitual, hasta el punto de considerarse normal el faltar el respeto y desobedecer a los padres. ¿Por qué? (…) ¿No será porque los padres no respetan a sus hijos y porque desobedecen a sus padres ya ancianos y/o enfermos?
D. Respeto a las autoridades civiles: Aunque la lectura de hoy nos relata el miedo de la Sagrada Familia a las autoridades sólo es así por el mal desempeño de las mismas. Pero ante los justos mandatos y a favor del bien común, se ha de respetar y enseñar a respetar a las autoridades. Nuestra sociedad se va edificando y fortaleciendo a partir del buen desempeño de las autoridades y del respeto de los ciudadanos. Es bueno que nos cuestionemos sobre algunos valores morales y cívicos que estamos perdiendo. ¿Cuáles podrían ser? El respeto hacia las autoridades es uno de ellos; el patriotismo; el servicio; la bondad; la honestidad; el valor de la palabra empeñada, etc.
Que tomando como modelo a la Sagrada Familia de Nazaret, devolvamos a nuestra familia su real grandeza y sublimidad. Algunos ejemplos a seguir son pues: el mantenernos unidos en la dificultad; renovar y conservar la paciencia; respetar a los mayores y ancianos; respetar a las autoridades legítimamente constituidas.