DOS CUESTIONES POCO LLEVADAS A LA PRÁCTICA
(Mt 18, 21-35)
El domingo pasado, el Señor nos pedía corregir al hermano que yerra, haciéndolo con caridad y siguiendo una serie de pasos. Hoy nos pide perdonar. Corregir y perdonar no es fácil y nunca lo fue. Lo saben muy bien aquellas personas que tienen una grave responsabilidad en la sociedad y la Iglesia. Lo saben los padres cuando constatan que aquello que sembraron en la niñez de sus hijos no tuvo efecto como se esperaba, lo saben todas aquellas personas que reciben una corrección y no la aceptan. En definitiva, corregir y perdonar requiere necesariamente de la ayuda de quien nos manda corregir y perdonar.
Que nos ayude las siguientes conclusiones nos ayuden a perdonar y corregir:
· La parábola del siervo sin entrañas es sólo una forma de motivar el perdón en el perdón que Dios nos otorgó a los creyentes.
· Los términos de la parábola son intencionadamente exagerados con una sola intención: contra el perdón nunca hay ni podrá haber nunca razones válidas.
· El texto del Eclesiástico que acompaña al evangelio llama odiosa a la cólera que no perdona, y dice que el enojo es corrupción.
· El que odia no conoce, porque la razón del perdón está más en el otro que en mí. El gran perjudicado del no-perdón no es el otro, sino yo que no perdono. El que no siente perdonar es porque vive fuera de la esfera de Dios, vive él la noche de su muerte.
· También Pablo da una razón para el perdón: "No vivir para sí, sino para Cristo que murió por todos".
· Creer es saber que Dios nos ama.
· Sólo cuando un amor grande nos ama, somos capaces de reconocer que no lo merecemos.