PEREGRINO, ASALTADO Y ¿LADRON?
La vida siempre se ha comparado con
un viaje; para los cristianos, es un viaje a la Casa del Padre.
En este viaje no vamos solos sino
acompañados. Quien nos acompaña y con quienes me encuentro, son mi prójimo; a
veces me toca ser aquel con quien se encuentran; a veces soy el que yace a la
vera del camino. Socorro y soy socorrido; en una u otra circunstancia, soy
peregrino.
En este evangelio aparecen los
peregrinos, el hombre que yace en el camino, los ladrones. Unos y otros en el
mismo camino. Los une el mismo camino, los dividen sus actitudes, situaciones y
reacciones.
Las justificaciones nunca faltan. Siempre
tenemos una excusa o una disculpa en la manga. Estamos ocupados y no podemos. Tengo
que viajar. Ya me comprometí. Justo hoy tengo que estar en tal lugar.
No
es bueno regirse por la agenda, por la sensibilidad e impresión sino más bien
por el mandamiento principal: "Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus
fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo."
Señor, dame siempre un prójimo que me socorra y
no permitas que nunca pase de largo ante mi prójimo que yace a la vera del
camino.
Pbro. José
Casimiro