PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE

PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE
Casa y Templo parroquial Ntra. Sra. del Rosario

sábado, 14 de enero de 2017

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO: 2° del tiempo ordinario, A

¿Quién es Jesús y cuál es su misión? ¿Quién soy yo y cuál es mi misión?
Jn 1, 29-39

Dios nos dice, “este es mi Hijo amado en quien tengo puesta toda mi predilección” (Mt 3, 17); Juan dice: “este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29). 

Nunca conoceremos del todo al Señor. El conocimiento de Jesús que nos da la Biblia, no se reduce a lo intelectual, a las ideas, sino que implica comunión, intimidad, experiencia. 

Por un lado nos dice el Padre-Dios: “es mi Hijo amado” y por otro lado nos dice Juan Bautista: “es el Cordero de Dios”. El cordero es símbolo del inocente; de aquel que ningún mal puede hacer y por el contrario, sí recibirlo. Jesús, como Hijo amado del Padre, es inocente y será quien asumirá el pecado de mundo para quitarlo; he aquí su identidad y su misión. Jesús vino, como decía el Papa Francisco, «para perdonar, para traer la paz al mundo, pero antes al corazón. Tal vez cada uno de nosotros tiene un tormento en el corazón, tal vez tiene oscuridad en el corazón, tal vez se siente un poco triste por una culpa... Él vino a quitar todo esto, Él nos da la paz, Él perdona todo. “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado”: quita el pecado con la raíz y todo» (Homilía del 19 de enero de 2014). 

Juan Bautista vio, creyó y testimonió; ve a Jesús que viene y reconoce en Él al Cordero de Dios, al preexistente, al lleno del Espíritu Santo, al Hijo de Dios. Esto nos toca ahora a nosotros: ver, creer y testimoniar. Jesús también viene hoy a nuestra vida y tenemos que lograr ver – experimentar – la fuerza de su amor que nos quita, perdonando, el pecado de nuestra vida; hace triunfar el bien sobre el mal que habita en nosotros. Por eso la mejor definición del cristiano (y que tanto gusta repetir al Papa Francisco) es que somos pecadores perdonados, débiles fortalecidos, hijos rebeldes pero amados. Cada uno de nosotros, debemos aprender a ver y oír lo que pasa por nuestro propio corazón enfermo para experimentar allí la redención que obra Jesús. En el horizonte de la futura misión del discípulo esto es fundamental porque aunque no hayamos sido testigo de lo que Jesús obró en otros en Galilea, sí podemos testimoniar lo que el Señor ha hecho en nuestra vida.