PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE

PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE
Casa y Templo parroquial Ntra. Sra. del Rosario

sábado, 10 de diciembre de 2011

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO (3° DE ADV "B")



Este domingo, siendo domingo de Adviento, tiene un color diferente. Hace siglos se introdujo la costumbre de suavizar el morado, que evoca instintivamente penitencia, por un color rosado o un morado muy rebajado, para significar con este signo convencional que el tono del día es la alegría, la primavera espiritual, porque nos viene el Salvador.

El mensaje de las lecturas va por ahí: el anuncio de la alegría. El bello oráculo tomado del libro de Isaías lo dice con un lenguaje glorioso. Y Pablo, en la primera carta que ha escrito a los cristianos, a la comunidad de Tesalónica en concreto, les da la consigna de la alegría cristiana: Estad siempre alegres.

En el Evangelio reaparece Juan el Bautista, como en el domingo pasado, como un testigo de fe, que da paso al Mesías. “El confesó y no negó: “Yo no soy el Mesías.”, dice enfáticamente el evangelista. Y confiesa al que viene detrás de él: ““Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.”

Desde varias fronteras el mensaje es el mismo:

- Existe la alegría,

- que es la alegría de Dios,

- y esta alegría es el don que nos trae Jesús Mesías.



2. ¿Cuáles son las alegrías del ser humano, las legítimas alegrías que Dios, como Padre bueno, nos brinda? El Papa las concentraba en tres grandes y fecundas fuentes de las alegrías más sanas:

La primera es el disfrute de la naturaleza, la belleza y el placer que nos brinda la naturaleza: un paisaje, una música, una comida... son placeres de la vida que dan vigor y sustento. Son disfrutes legítimos que Dios nos pone al alcance de la mano.

La segunda fuente de alegría es superior: es la alegría del amor compartido, la alegría de la amistad. Dichoso el que puede disfrutar de un amigo, porque el placer de la amistad no se paga con nada.

Pero hay una tercera alegría que habita en el corazón humano: la alegría de la amistad de Dios, sentida, vivida, disfrutada. Es la alegría de sentirse amado por Dios: soy, aunque me falte todo.

Esas son las verdaderas alegrías de la vida a las que somos invitados. Ahora bien, hermano, abriendo los ojos a lo que pasan en la vida, ¿adónde se va en busca de alegría?

- El primero, la alegría se busca en el pasatiempo y la fiesta. A veces uno se cuestiona si lo que se busca es una alegría que yo apetezco o lo que busco es huir de la monotonía y el aburrimiento que nos oprime.

- El segundo pozo de la alegría parece que tiene que ser el sexo, lo cual termina en enormes desengaños.

- Y la tercera mina de la alegría es el dinero. Quien tiene dinero parece que tiene la felicidad. La experiencia dice que de ninguna manera es verdad.

 3. Pero la alegría existe, y la alegría es deseable, y es muy confortable. Es señal de salud espiritual. El no estar alegres hasta puede ser un pecado, o puede esconder sutiles pecados, como, la envidia. El que se reconcome de envidia se enferma de tristeza.

Para apreciar la hermosura de la alegría Pablo VI nos ponía delante el ejemplo de Jesús, y escribía estos párrafos:

“Hagamos ahora un alto para contemplar la persona de Jesús, en el curso de su vida terrena. El ha experimentado en su humanidad todas nuestras alegrías. El, palpablemente, ha conocido, apreciado, ensalzado toda una gama de alegrías humanas, de esas alegrías sencillas y cotidianas que están al alcance de todos. La profundidad de su vida interior no ha desvirtuado la claridad de su mirada, ni su sensibilidad. Admira los pajarillos del cielo y los lirios del campo. Su mirada abarca en un instante cuanto se ofrecía a la mirada de Dios sobre la creación en el alba de la historia. El exalta de buena gana la alegría del sembrador y del segador; la del hombre que halla un tesoro escondido; la del pastor que encuentra la oveja perdida o de la mujer que halla la dracma; la alegría de los invitados al banquete, la alegría de las bodas; la alegría del padre cuando recibe a su hijo, al retorno de una vida de pródigo; la de la mujer que acaba de dar a luz un niño. Estas alegrías humanas tienen para Jesús tanta mayor consistencia en cuanto son para él signos de las alegrías espirituales del Reino de Dios: alegría de los hombres que entran en este Reino, vuelven a él o trabajan en él, alegría del Padre que los recibe. Por su parte, el mismo Jesús manifiesta su satisfacción y su ternura, cuando se encuentra con los niños deseosos de acercarse a él, con el joven rico, fiel y con ganas de ser perfecto; con amigos que le abren las puertas de su casa como Marta, María y Lázaro.

4. Hermanos, no podemos prolongarnos, pero en lo que acabamos de anunciar está la pauta de la alegría. Dios, nuestro Padre, nos llama a la alegría. La alegría consiste en la victoria sobre el pecado y en la acogida de la gracia que Jesús nos trajo con su venida y nos brinda en cada momento.

Que esta alegría del Adviento del Señor perfume nuestra alma. Amén