PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE

PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE
Casa y Templo parroquial Ntra. Sra. del Rosario

domingo, 28 de agosto de 2016

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DÍA, Domingo 22 del Tiempo Ordinario, ciclo C

HUMILDAD Y GENEROSIDAD SOBRE TODO Y PARA TODOS
Lc 14, 1.7-14

Lucas nos presenta a Jesús tomando parte en la comida del sábado en casa de un fariseo importante. En esta ocasión Lucas parece tener especial interés en resaltar la actitud observadora de los protagonistas.
Fruto, en efecto, de ella son las palabras de Jesús, a las que Lucas califica de parábola (ejemplo, según la traducción litúrgica). En realidad son dos las parábolas: la primera dirigida a los invitados, la segunda al anfitrión.
Una parábola de Jesús es una ilustración, una instrucción gráfica en la que las situaciones están deliberadamente agrandadas y exageradas, de forma que produzcan en el oyente un impacto, que le lleve a dar vueltas y vueltas a lo escuchado hasta captar su sentido.
La primera parábola de hoy está formulada en términos de recomendación práctica para invitados a un banquete. No sentarse a la cabecera de la mesa sino en el último lugar.
Cabecera por oposición a último lugar. El impacto está asegurado por el grafismo de la recomendación. Pero pronto ésta evoca otras cosas. Cabecera, preeminencia, importancia, prestigio, último lugar como expresión de todo lo contrario.
Empezamos a intuir que lo que Jesús propugna es una subversión de valores, negando los habitualmente tenidos por tales. Lo alto es bajo, lo bajo es alto. «El que se enaltece será humillado, el que se humilla será enaltecido».
Lo que parecía ser una recomendación práctica para invitados es en realidad la negación de valores socialmente tenidos por tales e individualmente apetecidos y buscados.
La segunda parábola es de las imposibles de olvidar. Sus imágenes deliberadamente agresivas garantizan el impacto y el desconcierto. Sin embargo, el propio lenguaje de la parábola nos pone en la pista de sentido.
Tres veces resuena el verbo «quedar pagado» y una el verbo «corresponder». Empezamos a intuir que lo que Jesús propugna es la actuación desinteresada.
Descubrimos que estos rasgos apuntan directamente contra comportamientos que parecen connaturales y enraizados en la psicología tanto de los individuos como de los grupos. La búsqueda de prestigio parece obedecer a una necesidad instintiva. El actuar y el relacionarse con unos y no con otros, según que puedan o no aportarme algo, también parece inevitable. ¡El prestigio! ¡Las relaciones interesadas! Tal vez empezamos a caer en la cuenta que la dificultad del camino cristiano está en la radicalidad de su novedad.
El cristiano es una persona radicalmente nueva porque la novedad afecta a los arquetipos de comportamiento, a las formas inmanentes de la psicología humana, tanto individual como colectiva. Ser cristiano es ciertamente difícil, porque significa ser una persona diferente.
..................................................
Santa Teresa dio una buena definición. Andar en verdad. Ni más ni menos. Saber ser lo que uno es y saber luchar por ser lo que Dios espera que seamos. Aceptando la verdad. Viviendo verazmente. Sin enaltecerse, sin elevarse, sin darse importancia («siervos inútiles somos» Lc 17, 10), sin engreírse, sin considerarse autosuficiente, etc. Aceptar la verdad pura y simplemente. Esta humildad es un valor evangélico y por eso Jesús emplea ahí una fórmula solemne: «Dichoso tú», como una bienaventuranza más.
.....................................................
La humildad es la consecuencia sabia de aquel que sabe constatar las propias limitaciones, y lo ve mucho más claro aquel que se da cuenta de su situación ante Dios, como criatura a quien debe la vida, y como pecador a quien debe la paciencia y el perdón.
.....................................
Los que somos invitados por Cristo a su mesa deberíamos poseer la virtud del «último puesto», que nos hace reconocer sinceramente que nuestro «curriculum vitae» no es notable, incluso contradictorio.
Ante Dios no valen pretensiones ni suficiencias, sino coherencia y humildad. La invitación nos llega no por merecimientos humanos, sino por gracia. La humildad cristiana no consiste en cabezas bajas y en cuellos torcidos, sino en reconocer que debemos doblegar el corazón por el arrepentimiento, para que nuestra fe no sea pobre, nuestra esperanza coja y nuestro amor ciego.

Fuente: http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/T-O/22C/marco_do_22c.htm