Así nos responde la Liturgia de este día (Cfr. Prefacio): "Porque Dios no quiso que María sufriera la corrupción del sepulcro, ya que ella había engendrado en su seno a Jesús, autor de la vida".
No nos olvidemos que esta solemnidad es un Dogma desde 1950: "pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo" (Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus).
Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo?
El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este interrogante: "La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos" (966). La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es una anticipación de nuestra propia resurrección. "Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos" (JP II, Audiencia General del 9-julio-97).