Él no está aquí, ha resucitado...
Estimados hermanos y hermanas: estamos celebrando la resurrección de Jesús en el Jubileo extraordinario de la Misericordia. Acojamos la nueva vida que Jesús nos trae. Niños, jóvenes y mayores, sintámonos resucitados en el Señor que venció a la muerte.
Escuchamos la gran noticia “No está aquí, ha resucitado”. Éste es el motivo por el que hoy nos hemos reunido aquí, de noche, y nos gozamos por la presencia del Señor Resucitado en medio de nosotros. Aunque no le veamos.
«Esta noche hemos escuchado más lecturas de las ordinarias. Desde la creación del mundo hasta la resurrección de Jesús, se nos han presentado unas escenas muy vivas, que nos ayudan a entender cuál es el plan salvador de nuestro Dios. Los libros históricos nos han narrado poéticamente la creación del mundo y del hombre. "Y vio que todo era bueno". Ahora es el nuevo Adán, el Hombre verdadero, Cristo Jesús, el que centra nuestra atención. En la primera creación del mundo, el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas primordiales y las llenó de su vida. Ahora, en la nueva creación, el mismo Espíritu ha actuado poderosamente en el sepulcro de Jesús y ha llenado de Vida nueva a Jesús, el primogénito de toda la nueva creación. También se nos ha recordado, en la segunda lectura, la fe de Abrahán, dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac, que se convierte así en figura de Cristo, que sí se entregó por nosotros. En la tercera hemos escuchado el relato de la primera Pascua: Dios salvó a su pueblo de la esclavitud, y con el paso del Mar Rojo nos preparó para entender el paso de Cristo a la nueva existencia, liberándonos a todos, como un nuevo Moisés que guía a su pueblo a través de las aguas del Bautismo. Los profetas, en sus cuatro lecturas, nos han dicho palabras de esperanza y estímulo: los reuniré de la dispersión, les daré un corazón nuevo, los purificaré, serán mi pueblo, los amaré con misericordia eterna, los llenaré de toda clase de bienes... Pero sobre todo el Nuevo Testamento nos ha ayudado a entrar en el misterio que celebramos. Los que hace dos días, el Viernes Santo, escuchábamos conmovidos la pasión y muerte de Jesús, hemos oído cómo Lucas nos transmitía la decisiva noticia de la resurrección del Señor. Mientras que Pablo, en la carta a los Romanos, nos ha recordado que el día de nuestro Bautismo todos nosotros hemos sido sumergidos en la nueva existencia de Cristo y nos hemos incorporado a su vida, movidos por el mismo Espíritu que le resucitó a él» (EQUIPO-MD
MISA DOMINICAL 1998, 6, 11-12).
Jesús no está en el sepulcro, está a nuestro lado, muy cerca de cada uno de nosotros. ¿No lo sabías? Bueno, ahora lo sabes y debes honrarlo, adorarlo y amarlo más que ayer. El Resucitado nos quiere comunicar su Espíritu de Vida, de Alegría y Amor. Ahora, cada uno de nosotros, estamos llamados a hacer partícipes de esta vida, alegría y amor a cuantos encontremos y con quienes nos relacionemos. ¿Te animas? ¿Nos animamos? (…) Sí, claro que sí. Adelante, entonces.
La resurrección de Cristo nos devuelve la esperanza, las ilusiones y sueños que se debilitaron por el pecado, la soberbia y mundanidad en que nos envolvemos nosotros mismos. ¿Serás capaz de dejarle al Resucitado renovarte la esperanza, cargarte de ilusiones y devolverte sueños y proyectos en bien de todos?
El Papa nos llama a cuidar la Casa común de todos que es la creación, nuestro pueblo, los recursos naturales y la belleza de la vida en sus variadas manifestaciones. El Resucitado hace nueva todas las cosas en el universo comenzando por nuestra vida, hogar y pueblo. Invitamos a todos los hombres y mujeres que comparten día a día este lugar, este espacio laboral, de dispersión y de convivencia, a dejarnos llenar por el Espíritu de Jesús resucitado y a hacer nuevas todas las cosas.
Queridos hermanos todos, dejémonos llenar de vida por el mismo Espíritu de Dios que resucitó a Jesús, en este año en que tenemos los ojos de una manera especial fijos en su misericordia. Él nos quiere comunicar fuerza, alegría, energía, esperanza, para que se nos note, no sólo en este momento de la celebración, sino en toda nuestra vida, que somos seguidores del Resucitado y queremos vivir con Él y como Él.
Pbro. José Casimiro Torres.-