PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE

PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE
Casa y Templo parroquial Ntra. Sra. del Rosario

sábado, 9 de abril de 2016

LECTIO DIVINA CON EL EVANGELIO DEL DOMINGO III DE PASCUA, CICLO “C”

Jn 21, 1-19



Hagamos juntos esta oración, invocando la ayuda al Espíritu Santo, para que esto que nos proponemos, llegue a ser semilla de nueva evangelización en nuestras vidas.

Haz, Señor, que aprendamos a escucharte siempre con todo nuestro ser; que, a imitación de María, guardemos tus palabras para meditarlas en nuestro corazón como buenos discípulos y seguidores tuyos. Concédenos que, llenos de ti, acertemos a comunicar a nuestros hermanos lo que hemos visto y oído. Sólo así seremos testigos de tu Reino y viviremos con fidelidad la vocación a la que tú nos llamas cada día. Amén… amén… amén.

Proclamemos el Evangelio para este domingo: S. Jn 21, 1-19.

Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”. Ellos respondieron: “No”. Él les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: “Vengan a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Él le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”. Le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: “Señor, Tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”. De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: “Sígueme”. Palabra del Señor.

¿Qué dice el texto? Le comparto unas preguntas y consideraciones sobre el texto de la página de lectionautas.com[1]

Algunas preguntas para una lectura atenta ¿Quiénes estaban junto al Lago de Tiberias? ¿Quién reconoció a Jesús? Diciendo: “¡Es el Señor!”? ¿Qué hizo Pedro? ¿Qué no se atrevían a preguntar los discípulos? ¿Cuál fue la pregunta que Jesús le hizo a Simón Pedro tres veces? ¿Qué le pidió Jesús a Pedro tres veces? ¿Con qué expresión termina Jesús el pasaje del evangelio de este domingo? Pbro. Daniel Kerber2 Algunas pistas para comprender el texto: Después del encuentro del resucitado con los discípulos en Jerusalén, ahora la narración nos ubica en torno al mar de Galilea, la patria de los discípulos. Allí Jesús vuelve a encontrar a sus amigos. Podríamos ver dos partes en el texto: el encuentro con el resucitado junto con la pesca milagrosa (vv. 1-14), y el diálogo de Jesús con Simón Pedro (vv. 15-19).
La escena se ubica en las orillas del lago de Tiberias, que es el lugar de origen de muchos de los discípulos, allí van a pescar, como era su costumbre. Jesús se presenta a la orilla del lago, pero no lo reconocen. Al resucitado no se lo reconoce solo por los rasgos físicos. Los textos bíblicos nos dan a entender que la presencia del Resucitado no es evidente, no se impone, requiere una aceptación por parte de quien la recibe. Después de la pesca milagrosa, el discípulo amado, le dice a Pedro: “¡Es el Señor!” (v. 7), parece que el saberse amado por el Señor facilita el reconocer su presencia en las actividades de cada día; y en su impulsividad, Pedro se arroja al lago y nada hasta la orilla. Allí Jesús les tiene comida preparada y les invita a servirse. El evangelio había comenzado preguntando a Juan Bautista pensando que era el Mesías: “tú ¿quién eres?” (1,19). Ahora, se dice que “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor” (v. 12). El que hace el itinerario propuesto por el evangelista, comenzando con la pregunta “¿quién es el mesías?”, termina sin necesidad de preguntar, porque “sabían que era el Señor”. En la última parte, está el diálogo de Jesús con Simón Pedro, a quien pregunta tres veces por su amor (vv. 15-18). La triple repetición muy probablemente hace alusión a la triple negación de Pedro (ver 13,38). Jesús sabe del amor de Pedro y desde ese amor quiere sanar la herida provocada por sus negaciones. Por otra parte el maestro le pregunta a Pedro por su amor hacia Jesús mismo: “¿me amas?”, “¿me quieres?” pero en cada una de las respuestas, Jesús indica a Pedro no una actitud hacia Jesús, sino hacia los suyos, sus discípulos: “cuida de mis corderos”, “cuida de mis ovejas” (vv. 15.16.17). El amor concreto a Jesús, Pedro lo expresará en el cuidado de las ovejas que siguen siendo siempre de Jesús “mis ovejas”. Jesús no puede separarse de aquellos por quienes entregó su vida y por eso, amarlo a él lleva necesariamente a amar a quienes él ama.

¿Qué me dice el Evangelio de hoy?

Este domingo la liturgia nos presenta un nuevo encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos. Él continúa mostrando su ternura y misericordia: les indica dónde pescar, les alista el fuego y les ofrece el desayuno, etc. Hoy, aún el Señor está pendiente de regalarnos sus cuidados, está en medio de nuestra familia y nos muestra su ternura a través de quienes nos rodean. Jesús, con la fuerza de la Resurrección, seguirá eternamente pendiente de nosotros, sus discípulos, sanando nuestras infidelidades, restaurando el daño hecho, y sobre todo invitándonos volver a empezar con una sola palabra: ¡Sígueme! El Papa Francisco nos ofrece la siguiente reflexión del Evangelio: “Pedro recobró su confianza cuando Jesús le dijo por tres veces: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,15.16.17). Y, al mismo tiempo él, Simón, confesó por tres veces su amor por Jesús, reparando así su triple negación durante la pasión. Pedro siente todavía dentro de sí el resquemor de la herida de aquella decepción causada a su Señor en la noche de la traición. Ahora que él pregunta: «¿Me amas?», Pedro no confía en sí mismo y en sus propias fuerzas, sino en Jesús y en su divina misericordia: «Señor, tú conoces todo; tú sabes que te quiero» (Jn 21,17). Y aquí desaparece el miedo, la inseguridad, la pusilanimidad. Pedro ha experimentado que la fidelidad de Dios es más grande que nuestras infidelidades y más fuerte que nuestras negaciones. Se da cuenta de que la fidelidad del Señor aparta nuestros temores y supera toda imaginación humana. También hoy, a nosotros, Jesús nos pregunta: « ¿Me amas?». Lo hace precisamente porque conoce nuestros miedos y fatigas. Pedro nos muestra el camino: fiarse de él, que «sabe todo» de nosotros, no confiando en nuestra capacidad de serle fieles a él, sino en su fidelidad inquebrantable. Jesús nunca nos abandona, porque no puede negarse a sí mismo (cf. 2 Tm 2,13). Es fiel. La fidelidad que Dios nos confirma incesantemente, es la fuente de nuestra confianza y nuestra paz, más allá de nuestros méritos. La fidelidad del Señor para con nosotros mantiene encendido nuestro deseo de servirle y de servir a los hermanos en la caridad.”
Sigamos nuestra meditación con estas preguntas: ¿Cuál sería mi respuesta si Jesús me preguntara hoy: “me amas”? ¿Reconozco la presencia de Jesús Resucitado en mi vida? ¿En las personas que me rodean? ¿En los momentos bellos de cada día? ¿En las dificultades y fracasos? ¿Cómo puedo seguir a Jesús después de haberle sido infiel? ¿Jesús puede sanar mi pecado y puede volver a confiar en mí?

¿Qué le decimos a Jesús? ¿Qué respuesta damos a la Palabra del Señor en este domingo?

Para ir cerrando este comentario y oración con el Evangelio de este domingo 3° de Pascua del ciclo C, te invito a que hagamos esta oración:

Manifiéstate de nuevo, Señor. También nosotros, como tus discípulos, deseamos ir contigo y desafiar la noche oscura. Sin ti no podemos hacer nada; nuestra red sigue estando vacía y no sirve de nada el esfuerzo de echarla al mar. Pero a tu palabra queremos repetir una vez más este gesto, pues tú nos quieres llevar más allá de nuestra lógica mezquina, que se detiene a calcular los riesgos de las pérdidas y las posibilidades de ganancia.

Cuando tocamos el fondo de nuestra miseria, tú nos haces experimentar el poder de tu fuerza de Resucitado. Nosotros creemos que eres el Señor. Sin embargo, en medio de nuestra pobreza, que tú conoces tan bien, haz que al alba de cada nuevo día renovemos el deseo de seguirte, repitiendo humildemente: “Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo”.

Jesús Resucitado, que vienes a nuestro encuentro, te pido por los hermanos enfermos, abandonados y que viven en condiciones extremas. Te pido por los niños y jóvenes. Por los ancianos y los matrimonios. Ayúdanos a cuidar de todos nuestros hermanos y hermanas por amor. Aliméntanos siempre con el Pan de tu Palabra y tu Amor sin medida. Amén, amén, amén.

Durante esta semana de pascua, sentirás la alegría de saber que Jesús está en medio de tu familia. Dale gracias antes de cada comida y reconoce su presencia. Gracias, amigo y amiga por este momento compartido. Ojalá el próximo domingo nos demos una vez más este tiempo para orar, reflexionar y comentar con el Evangelio del Domingo. Te saludo con afecto y recuerdo en la oración. Hasta otro momento y Dios nos bendiga.