"EL ALIMENTO Y LA BEBIDA QUE NECESITAMOS COMER Y BEBER"
Cuerpo y Sangre de Jesús, alimento de vida y salvación.
Hoy celebramos una festividad que desde 1264, por disposición del Papa Urbano IV, tributa a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Es el culto público y solemne donde el creyente católico de estos lares testimonia la verdadera y real presencia de Jesucristo en la Eucaristía. La Eucaristía, la hostia consagrada en la Misa, es Jesús entre nosotros. Él camina y está en nosotros. Aquella expresión “si Dios está quién con nosotros quién contra nosotros” cobra su verdadero valor en el Santísimo Sacramento del Altar, en la Comunión. La Iglesia cree y anima a creer en esta verdad enseñada por el mismo Cristo: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”.
La Iglesia, y por tanto, cada uno de nosotros, vivimos de la Eucaristía. El mundo y nuestra sociedad en cada una de sus instituciones, deben reconocer que también viven de y por la Eucaristía.
Qué lástima que la gran mayoría de los católicos, especialmente aquellos que ejercen gran influencia en la Iglesia y la sociedad, no sienten hambre y sed del Cuerpo y la Sangre de Jesús. Qué engaño el pensar que se puede entrar en comunión con Dios solamente rezando, siendo buena persona y amigo. Para entrar en comunión con el Padre, Hijo y Espíritu Santo sólo existe un camino gratuito y accesible: la Eucaristía, el Santísimo Sacramento del Altar, la Hostia consagrada en Misa. Qué dolor al escuchar decir que los que recibimos habitualmente la Eucaristía somos iguales o peores que los que escasamente, o nunca, reciben este Sacramento. Qué preocupación el ver todos los años a cientos de niños y niñas que reciben por vez primera a Jesús en el día de su Comunión y después muy pero muy rara vez. Y qué decir de los más grandes, los que se preparan para Confirmar su Fe o los jóvenes y adultos que ya no están en la catequesis; son muy pero muy pocos los que siguen recibiendo la santa Comunión y confesándose. Jesús dice: “mi Carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”. Estas no son palabras simbólicas o comparativas; expresan la voluntad de Cristo. Hay que ir creciendo día a día, experiencia tras experiencia en el hambre y sed de esta Sagrada Comida y Bebida.
Nuestro cuerpo necesita comer y beber todos los días; este comer y beber va acompañado de un gusto y placer al punto que nos excedemos en este comer y beber. El excedernos en el comer y el beber trae una serie de problemas al cuerpo. El alma necesita alimentar y beber en el conocimiento, la educación, cultura y el esparcimiento. Aquí también el exceso hace mal. Los que sólo se dedican a estudiar y nada más eso les preocupa, dejan de lado otras cosas muy importantes y necesarias: la familia, su fe, la caridad y solidaridad. Así también los que se dedican a esparcir, descansar y relajarse, cuando caen en su excesiva práctica, se encuentran con problemas para la laboriosidad, la exigencia, la renuncia y el sacrificio. Ante lo que les presento, no hay que olvidarse que tenemos espíritu y no sólo cuerpo y alma, como el animal. Este espíritu debe comer y beber. Su comida y su bebida es Jesús Eucaristía. A Ella preparan la oración, la Palabra de Dios que alimentan y fortalecen la fe y la esperanza. De este Alimento provienen los frutos de la caridad. Así lo dice Jesús en el Evangelio hoy proclamado: “les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes”.
¿Qué condiciones son necesarias para recibir a Jesús en la Eucaristía? Repetiré lo que nos han enseñado en nuestra preparación de catequesis, hace poco o hace mucho: 1°- Estar en gracia de Dios (no tener pecado grave o mortal); 2°- Saber a quién se recibe (qué es, quién es y para qué es); 3°- Acercarse a recibirlo con fe y devoción (no hago fila para cobrar el sueldo, entrar a algún lugar, recibir un premio o diploma); 4°- Guardar una hora de ayuno (no haber comido ni bebido nada en ese lapso hasta comulgar, salvo agua o remedios). Mirando estas condiciones no hace falta decir quién puede y quién no puede ni debería recibirlo. Si alguien tiene dudas, sobre si está recibiendo como debe la Eucaristía o si esa situación en la que está le permitiría o no recibir la Eucaristía, ello es algo que hay que hablar personalmente. Yo no quiero entrar en los dimes y diretes que no hacen sino confundirnos más y pecar por exceso o por defecto. Solo les quiero decir que no caigamos en la actitud de los fariseos ni de los laxos o relajados. Los fariseos pueden decir que hemos de tener la pureza, humildad y disposición de la Virgen María y si no estamos así no podemos comulgar; los laxos o demasiado relajados dirán que no hay que ser tan estrictos ni delicados. Por tanto siguen la regla del mínimo esfuerzo y la libertad mal entendida. Hermanos y hermanas, sigamos las clásicas condiciones para recibir a Jesús Eucarístico. Formemos diligentemente nuestra conciencia para saber si estamos o no en pecado grave o mortal; crezcamos día a día y experiencia tras experiencia en el amor y devoción de este Sacramento; sigamos guardando la hora de ayuno porque Jesús es la verdadera comida y la verdadera bebida.
Que esta solemnidad que celebramos nos ayude a recordar que Jesús sigue siendo el Pan de Vida y Bebida de Salvación; que la Eucaristía es luz y vida de nuestra familia; que Ella hace a la unidad de todos; que Ella nos dará la fuerza, valor y gracia para superar nuestro pecado. ¡Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar…!
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