PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE

PARROQUIA DE COLALAO DEL VALLE
Casa y Templo parroquial Ntra. Sra. del Rosario

sábado, 17 de diciembre de 2016

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO 4° DE ADVIENTO, CICLO A

No somos imprescindibles pero sí importantes
(Mt 1, 18-24)

«José, hijo de David, no temas aceptar a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 20-21).

«Al lado de la Virgen está José, su esposo. Un joven humilde, trabajador de pueblo, que nos da un ejemplo de actitud abierta hacia Dios y sus planes. Él no entiende del todo el papel que Dios le asigna en la venida del Mesías. El evangelio nos ha contado sus dudas: no porque sospeche nada de María, o porque ignore lo que en ella ha pasado. Precisamente porque José ya conoce el misterio sucedido y sabe que el hijo que va a tener María es obra de Dios, por eso, en su humildad, no quiere usurpar para sí una paternidad que ya sabe que es del Espíritu y se quiere retirar: no comprende que él pueda caber en los planes de Dios. Es el ángel el que le asegura que sí cabe: va a ser esposo de María y por eso va a hacer que el Mesías venga según la dinastía de David. José acepta los planes de Dios. Junto con María, también José es un modelo para todos nosotros, abierto a la Palabra de Dios, obediente desde su vida de cada día a la misión que Dios le ha confiado». (J. ALDAZABAL)

Siempre me da la vuelta por la cabeza lo siguiente: “para Dios, nadie es imprescindible, pero para Él, todos somos importantes”. Es decir que Dios continuará su plan de Salvación a pesar de nuestros no tan frecuentes y de nuestras rebeldías tan fáciles; por el contrario, Él nunca se cansará de buscarnos y de ofrecernos la salvación. Ninguno de nosotros puede sentirse un excluido o marginado de Dios; Él no nos abandona ni nos hace de menos; en todo caso, si discernimos bien, somos nosotros los que caemos ante estas exclusiones y marginaciones. Por tanto, tratemos de descentrarnos, sacarnos de “yo y sólo yo”; esta es una vieja y renovada tentación: considerarnos irremplazables e insustituibles. No se trata de abandonar puestos, responsabilidades y encomiendas así como así, sino de superar nuestra estrechez y autoreferencialidad.

Sepamos abrirnos a los planes y caminos de Dios. No desesperemos si hoy nos sentimos como José un poco confundidos y solos; cultivemos la docilidad y la humildad de San José para que en su momento, veamos con más claridad y podamos caminar con mayor firmeza ¡¡¡Buen domingo!!!

sábado, 10 de diciembre de 2016



El Dios que esperamos y el Dios en el que creemos
Mt 11, 2-11


«¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?». (Mt 11, 3).

«Juan está perplejo. Es extraño. Cuando estaba en el desierto, había logrado ver con claridad. En la prisión parece que ya no lo comprende. "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?". Es verdad que él nunca había tenido pretensiones. Sabía cuál era su papel. No tenía intención alguna de permanecer en escena ocupando un puesto que no era el suyo. El protagonista era otro. Podríamos decir: el Bautista ha acertado acerca del tiempo, pero se ha equivocado respecto al modo. Ha sabido indicar exactamente al esperado, pero no ha dado en el punto justo del estilo de su acción». (ALESSANDRO PRONZATO)

¿Cuál será la imagen que nos hemos hecho de Dios? ¿Cuál es el Dios que estamos esperando y preparándonos para recibir? ¿Cuál es el Dios en el que creemos? Son preguntas que me surgen de esta experiencia que habría tenido Juan el Bautista. No es fácil responder, es mejor dejarnos interpelar y que el Espíritu Santo nos ayude a responder. En el Credo está la síntesis del Dios en el que creemos y esperamos, pero cuidado, porque muchas veces sólo lo profesamos con la boca. Esto aunque parezca provocativo o jocoso es así; e incluso puede estar pasando en mi vida o en tu vida. 

Jesús se acerca a la humanidad para ofrecer el verdadero camino hacia la felicidad. Y predica la Buena Noticia de que Dios nos ama. Jesús es el rostro visible y los gestos cercanos de la ternura del Padre misericordioso. Pero, este Dios de amor y de ternura también puede defraudar a aquellas personas que se han hecho un Dios a su imagen y semejanza. Un Dios del miedo y del castigo. Un Dios que tiene que escuchar y sacarnos de los apuros. Un Dios que tiene que “premiar” nuestras buenas obras. Un Dios que destruye a “mis” enemigos. Un Dios milagrero. Un Dios que se contenta con que sus devotos cumplan ciertas normas y leyes. Un Dios que me tiene que dar el cielo, gracias a “mis” méritos...

El Dios que espero y el Dios en el que creo… espero y creo en tu misericordia, Señor. Ojalá dejemos que el Espíritu Santo sostenga nuestra esperanza e ilumine nuestra fe para que podamos amar como somos amados por el Dios verdadero. ¡¡¡Buen domingo!!!

sábado, 3 de diciembre de 2016

REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO DEL 2° DOMINGO DEL ADVIENTO, ciclo A

LA CONVERSIÓN HOY
Mt 3, 1-12
"Se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca" (Mt 3, 1-2).

El evangelio nos presenta la figura de Juan Bautista, típica del Adviento como una enérgica llamada a preparar el camino del Señor y de su Reino. Los elementos que encontramos hoy son sobre todo su llamada a la conversión (= a la renovación) por un motivo muy real: hay una posibilidad de más vida, más justicia, más amor (es lo que significa «está cerca el Reino de Dios»). Es necesario preparar el camino del Señor (anhelar su venida, creer en ella, eliminar obstáculos, trabajar por su Reino). La austeridad de vida de Juan es un testimonio de que es preciso tomárselo en serio (desde la riqueza, desde la comodidad, no se hace nada). Ni es suficiente el simple cumplimiento ritual, exterior (es la severa crítica a «fariseos y saduceos»). Hay que «dar el fruto que pide la conversión». 

Me pregunto: ¿La conversión es posible en mi vida? Aquí, allá y más adelante, se nos invita tanto a esto que quizá he caído en una escucha formal y estéril. Quizá la conversión, que es mucho más que una palabra, ha entrado en mi costumbrismo; la conversión ha quedado en el cajón de las cosas obsoletas. Hablar y escuchar hablar de conversión es pensar automáticamente en aquello que ya lo intenté tantas veces que me he convencido que es una utopía o mi amor imposible. 

Cuando se habla de conversión se habla de cambio de actitud, de mentalidad, de proyectos, de camino y de vida. El cardenal Newmann tiene una frase que quizá me ayude a salir de este círculo vicioso en el que he caído. Él dice: “Aquí en la tierra vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Cambiar se ha de entender en la óptica de la conversión; un cambio íntimo del corazón del hombre. Vivir es cambiar. En el momento en que este deseo de cambiar desaparece, tú ya no eres un vivo. Una confirmación se nos da en el Apocalipsis cuando el Señor dice: “Parece que estás vivo, pero estás muerto” (3,1) Además “ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Parece que el cardenal Newmann quisiera decir: “El sentido del tiempo es mi conversión”.

Quiero cambiar, necesito cambiar, puedo cambiar. También este tiempo de adviento se mide en función del proyecto que Dios tiene sobre mí. Debo continuamente abrirme a la novedad de Dios, estar disponible a dejarme renovar por Él. ¡¡¡Buen domingo!!!