Hermanos todos en Señor:
Dios se ha hecho uno de nosotros para que cada uno de nosotros participe
para siempre de su naturaleza. Demos gracias, alabemos y glorifiquemos sin
cesar a Dios por esta su gran misericordia.
Gracias
Dios-Padre por enviarnos a tu Hijo-Jesús al hacerse persona humana en el
vientre santísimo de la Virgen; te alabamos y glorificamos por esta bondad
infinita e incomparable, porque no hay nadie que pueda anonadarse así como lo
has hecho, Dios Todopoderoso y Eterno. Bendito seas, Dios y Señor del universo,
por venirte a caminar con nosotros hasta que nos abracemos contigo en la Patria
celestial; estate siempre con nosotros aunque muchas veces nosotros no estamos
contigo. Bendícenos para que llevemos tu bendición a nuestros hermanos, en
especial a quienes están alejados, se han olvidado de que son tus hijos y viven
engañándose a sí mismos; que llevemos tu bendición también a los enfermos,
ancianos solos, familias con diversos problemas y crisis; que la llevemos a
quienes más la necesitan.
Qué
dicha y qué alegría que nos concedes al ir cerrando el año y compartir con personas
que casi no vemos o que poco nos relacionamos durante el año. Concédenos el don
de la reconciliación, del perdón, la paz y fraternidad; concédenos la gracia de
escucharnos, acompañarnos y amarnos.
Santo Espíritu de Dios, que animas la vida y la misión de la Iglesia,
que das vida y ser a todo cuanto existe y nos rodea, que trabajemos con
constancia, justicia y generosidad en donde nos ha tocado vivir y
desarrollarnos. Espíritu Divino, que sabes cómo nos ronda la muerte, seduce el
egoísmo, engaña la soberbia y orgullo, ven con tu Santo Poder y has que en esta
fiesta de la Vida en Dios, acojamos a Jesús en ese pesebre viviente que somos
cada uno de nosotros y que crezca allí en gracia y santidad. Que no nos dejemos
contagiar por el desánimo, los malos ejemplos, el “siempre fue así”, los
rencores y deseos de venganza; que con tu Poder venzamos estas oscuridades.
María, Madre del Amor
hermoso: ¡cuánto tenemos que agradecerte por tu “SI” que mantuviste hasta la
eternidad! Eres la Madre del Hijo de Dios y eres nuestra Madre también, y como
tal, nunca dejas de cuidarnos, de interceder por nosotros. Te pedimos que no
nos sueltes de tu mano y que acudamos a ti todos los días con el saludo del
Ángel Gabriel, “Dios te salve María, la llena de Gracia”. Madre, que siempre al
mirarte en tus sagradas imágenes, recibamos a Jesús en el Mandamiento más
grande y principal, “Amar a Dios y al prójimo”; que en nuestra vida se reflejen
los mandamientos y consejos evangélicos de tu Hijo; que al mirar tus ojos recordemos
diariamente esa tu amable orden, “hagan todo lo que Él les diga”.
José, esposo fiel que
recibiste la grandísima misión de ser el padre de crianza de Jesús, edifícanos
con tu silencio que dice más que mil sabios consejos; enséñanos a aceptar con
paz y serenidad los segundos, terceros y hasta los últimos lugares. Intercede
para que huyamos de considerarnos mejores que los demás; danos esa capacidad de
estar al lado de la bendita entre todas las mujeres sin envanecernos; de recibir
en nuestra alma al Santo, tres veces Santo, sin considerarnos dignos y perfectamente
preparados.
Santísima Trinidad, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, que nos han concedido la altísima dignidad de vivir para
siempre en Ti, que con esta nueva Navidad, nos acerquemos más y más al cumplimiento
de tu Voluntad. Que quien nos hable, mire y trate, sienta tu cercanía y
amistad. Dios hecho uno de nosotros, que cuanto proyectemos, trabajemos y
vivamos cuente con tu bendición. Ayúdanos a vivir en Ti y de Ti. Que no nos
alejemos y olvidemos de esta visita que nos has hecho para ser
Dios-con-nosotros y por-nosotros. Perdona nuestros pecados, olvidos e
ingratitudes; ayúdanos en el camino de la perseverancia y laboriosidad; que
viviendo en Ti, seamos protagonistas en esta hora. Que la Vida triunfe sobre la
muerte, la Paz sobre la guerra, la Gracia sobre el pecado, la Justicia sobre
las injusticias y tu Amor sobre el egoísmo, soberbia y mal. Que así sea.