COMO SAN CAYETANO, RESPONDAMOS A
NUESTRA VOCACIÓN
Estimados peregrinos,
devotos y promesantes del glorioso San Cayetano, en este año celebramos la
Fiesta en Honor del patrono del pan y del trabajo en la “Transfiguración del
Nuestro Señor Jesucristo”. Es lo que se nos proclamó en el Evangelio: Subió a la montaña y se transfiguró ante la
presencia de Pedro, Santiago y Juan. Jesús revela su gloria ante testigos
elegidos para apartar del corazón de sus seguidores el escándalo de la cruz y
manifestar así que se cumpliría en la totalidad del cuerpo de la Iglesia lo que
se dio en Él.
Quiero recordarles
brevemente quién fue San Cayetano. Este hombre que hoy es popularmente conocido
como el patrono del pan y del trabajo, nació en el año 1480 en el país de
Italia; fue educado en la fe por su santa madre; estudió y se doctoró en
Derecho y Teología. Tenía mucho amor por la vida honrada y abnegada, lo que le
proporcionó valiosas amistades; a los 33 años fue ordenado sacerdote; por sus
estudios y honradez, llegó a ser secretario privado del Papa Julio II. Se
inscribió en una asociación llamada “Del Amor Divino” cuyos miembros se
dedicaban a llevar una vida fervorosa y brindar ayuda a los pobres y enfermos.
San Cayetano, viendo que se estaba dando una vida inmoral y de relajación de
las costumbres, fundó junto a un entrañable amigo, una comunidad de sacerdotes
que se dedicaran a llevar una vida santa y a contribuir a la conversión de vida
de los demás sacerdotes y fieles laicos. Así decía San Cayetano: “Me siento
sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión
de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse”.
¿De dónde le viene la
fama de patrono del pan y del trabajo? San Cayetano era de familia rica pero se
desprendió de todo y vivió austeramente, de la providencia, confiando que Dios
nunca abandona ni deja en la miseria. Viendo a muchos pobres, sin trabajo,
fundó asociaciones llamadas “Montes de piedad” (Montepío) que se dedicaran a
prestar dinero a personas pobres y con bajísimos intereses.
San Cayetano tenía un
inmenso amor a Nuestro Señor Jesucristo y lo adoraba especialmente en la Hostia
Santa; su imagen preferida era la del Divino Niño; sus ratos libres los
dedicaba a atender a los enfermos en los hospitales. A la edad de 67 años
(1547), un 7 de agosto, murió sobre unas tablas, desgastado por su dedicación a
la santificación de las almas.
Hoy hemos venido desde
distintos lugares, movidos por la fe y devoción a este Santo. Hemos de recordar
que San Cayetano, quiere especialmente nuestra salvación. Sí, claro que
intercederá por nuestro pan y trabajo; por supuesto, pero sobre todo pedirá al
Padre Celestial para que escuchemos a Jesucristo, único Señor y Salvador de los
hombres. San Cayetano quiere que cada uno de nosotros respondamos debidamente a la vocación a la que Dios nos llama.
Vocación a la vida matrimonial, sacerdotal, consagrada, laical y demás. Sí,
pero sobre todo quiere que no nos olvidemos que todos estamos llamados a la
santidad. Es el llamado universal a la santidad. A esta vocación nadie puede
huir, retardar y permanecer indiferente. Nos dice Jesús: Busquen el Reino de Dios y su justicia y lo demás se les dará por
añadidura. El pan y el trabajo son muy importantes, pero más importante es
la vida honrada, justa, solidaria y fraterna por la que desgastó su vida San
Cayetano. ¿De qué nos sirve tener pan en abundancia (comidas, asados, fiestas,
etc.) y un trabajo estable (buen sueldo, viático, adicionales, etc.) si nuestra
vida cada jornada laboral, cada semana se aleja más de la vida honrada, justa,
solidaria, fraterna y en paz? Es lo que dice el Papa Francisco: “No sirve mucho
tener riqueza en los bolsillos cuando hay pobreza (miserias diría yo) en el
corazón”.
Hoy tenemos que pedir a Nuestro Señor Jesucristo, por intercesión de San Cayetano que nos libre de esa pobreza, miseria, corrupción, negociados, sobornos, alianzas egoístas, conveniencia y aprovechamiento sin que nadie se dé cuenta que se practica entre nosotros. Esta pobreza que está en nuestro corazón es la que está dejando sin pan y trabajo a muchas personas que luchan cada día por sobrevivir. Que San Cayetano nos ayude a responder a la vocación de cada uno, pero sobre todo, que nunca dejemos de trabajar por la vocación a una vida honrada, justa, solidaria, fraterna, en armonía, paz y respetuosa de los demás.
Pbro. José Casimiro Torres.