¿A CUAL DE LOS DOS NOS PARECEMOS?
(Lc 18, 9-14)
Al iniciar la misa, el sacerdote, nos invita a reconocernos pecadores y a pedir perdón. Referido a este momento, que se llama, "rito penitencial", se ofrecen al celebrante numerosas opciones para invitar a la Asamblea. Una de las que más me conmueven e invitan a reconocerme pecador y a pedir perdón es justamente la que habla de lo que el Evangelio de hoy nos relata. Dice así: Humildes y penitentes, como el publicano en el templo, acerquémonos al Dios justo y pidámosle que tenga piedad de nosotros, que también nos reconocemos pecadores. Qué pena que este momento de la Misa pase tan rápido y desapercibido por la mayoría de los presentes en la Asamblea; qué pena que el canto penitencial (no el Kyrie sino otro canto que se elige) llame más la atención por su melodía e instrumentos usados y para que se luzcan los que cantan y tocan los instrumentos que para realmente reconocernos pecadores y pedir perdón; qué pena que justo en ese momento (un perro, un olvido (encendido de velas, micrófono apagado, gente que llega tarde, etc.) nos distraigamos y pasemos directamente a recitar o a cantar el gloria y ya pasó ese importante momento. En fin, muchas cosas más dan pena.
La parábola de hoy habla por sí misma. Nos preguntemos igualmente, ¿a cuál de éstos dos nos parecemos más? Muchos de nosotros nos reconocemos pecadores y nos confesamos regular o quizá muy de vez en cuando (¿una vez por año?). Hay una expresiones que si no se la dice en alta voz, se la piensa: "Otros son peores que yo"; "al menos yo no soy como tal"; "no hago esas cosas degeneradas e inmorales" (ese es el fariseo escondido en mí). Jesús nos dice que no juzguemos a nadie, pero todos tendemos a hacerlo. El fariseo no es un señor lejano, del tiempo de Jesucristo, sino alguien que llevamos dentro. Que adopta formas distintas, que sabe disfrazarse bien, pero que siempre está presente en nosotros. ¿Será esto cierto o estoy mintiendo?
El publicano es el personaje consciente de su mal comportamiento. Por es no compara nunca ni enjuicio nunca; cree que tener siempre obligaciones y nunca derecho sobre los demás; es el que se da cuenta de que el mal no esta solamente fuera, sino dentro de él; es el que se da cuenta que todavía le falta mucho por convertirse, por cambiar personalmente.
Entonces nuestra oración sea: Señor, ten compasión de este fariseo que hay en mí.
¿Por qué uno sale perdonado y el otro no? (guay que nos puede pasar a cualquiera de nosotros al irnos a confesar): La razón es simple: porque el recaudador se presenta delante de Dios reconociendo que todo lo que hace no está bien y no puede atribuirse ningún mérito, y todo debe esperarlo de la bondad del Padre; y, por el contrario, el fariseo va como su él fuera la persona perfecta y esperase que el propio Dios e dijera que lo hacía bien.
Enseñanza de Jesús: nuestra oración, nuestra relación con Dios, no debe ser la de una gente que vive satisfecha de lo que es y de lo que hace; y que se presenta delante de Dios para que mire sus libros de cuentas y se los apruebe, sino que debe ser la de una gente que sabe que le queda todavía mucho que andar, que le faltan muchas cosas, que no puede sentirse tranquila con su vida, que siempre debe esperar más y que Dios tiene mucho más aún, para de su bondad y misericordia colmarnos.
Pbro. José Casimiro Torres