LOS HERMANOS DEL RICO, ¿QUIÉNES SON?
(Lc 16, 19-31)
Dichosos ustedes los pobres, pues el Reino de Dios les pertenece. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, pues quedarán satisfechos. Dichosos ustedes los que ahora lloran, pues después reirán (Lc 6, 20-21).
Así nos exhorta el Papa Francisco:
- No podemos dormir tranquilos mientras haya niños que mueren de hambre y ancianos sin asistencia médica.
- Dejemos entrar a Jesús en nuestra vida, saliendo de nuestros egoísmos, indiferencias y aislamientos.
- Basar la felicidad en los bienes materiales es la mejor manera de llegar a no ser feliz.
- Hay muchos indigentes en el mundo de hoy. ¿Me encierro en mis cosas, o estoy atento a quien necesita ayuda?
- La verdadera caridad es un poco atrevida: no tengamos miedo a ensuciarnos las manos para ayudar a los más necesitados.
Tenemos aquí una parábola bastante peligrosa por las malas
interpretaciones a que puede dar lugar.
- No es una descripción de cómo se desarrollará la vida después de
la muerte.
- No es tampoco una promesa a los pobres de un final feliz en
compensación de lo mal que lo han pasado antes.
- No es una invitación a la resignación de los pobres en beneficio
del mantenimiento del tren de vida de los ricos.
- La suerte del hombre en el más allá no es más que la fijación
definitiva de lo que vive o no vive hoy, la prolongación de lo que es o no es en
la tierra.
El rico es un ser aislado. La riqueza lo encierra en el egosísmo,
lo separa de los demás. Acostumbrado a mirar exclusivamente su plato, lleno
hasta el colmo, no ve al pobre que está a la puerta.. Los perros ven mejor que
él.
Porque aquí está el peligro de la riqueza: que posee al hombre tan
fiera y absolutamente que lo inutiliza para todo lo que no sea ella misma. Por
eso el dinero es temible. No por lo que conseguimos con él sino porque llega a
poseer al hombre de tal manera que es el único que marca la pauta de su
vida.
Jesús contó la parábola no para informar sobre la vida en el otro
mundo, sino para avisar a los que viven de un modo parecido al rico del peligro
que les amenaza. En este sentido no es Lázaro la figura principal de la
parábola, sino los cinco hermanos del rico, es decir, todos los hombres de este
mundo, que podemos correr la misma suerte de nuestro hermano difunto. Nosotros
somos los hermanos del rico epulón.
Nosotros, cada domingo escuchamos a Moisés y a los profetas y
tenemos entre nosotros la presencia del Resucitado entre los muertos. ¿Nos
dejamos convencer? Vamos a pedir a Dios que la preocupación por los bienes de
este mundo no nos vuelva ciegos para ver al hermano necesitado que está junto a
nosotros; que no nos vuelva sordos al llamamiento de Cristo para compartir
nuestros bienes con los demás.
Compilación del Pbro. José Casimiro Torres