¿POR QUÉ SEGUIR TRABAJANDO POR EL REINO?
Entre nosotros hay muchos creyentes
activos (practicantes); pero resulta que a veces, de activos pasamos a activistas, es decir,
caemos en el “activismo”. Nos viene al poco tiempo un desánimo y especialmente
cuando las cosas no nos salen como lo esperábamos y es entonces cuando nos
desalentamos y abandonamos el ser creyentes activos.
Les quiero compartir algunas razones de
amor por las que un creyente debe seguir trabajando por el Reino de Dios aún en
medio de la sequedad y aparente esterilidad:
-Dios no es el que nos obliga y nos
exige, sino el que nos ama, nos ofrece, nos da su vida sin esperar a cambio
otra cosa más que nuestra aceptación de su don.
-Dios no nos mira vigilante y airado,
ni nos pide cuentas malhumorado cuando caemos en el egoísmo, sino que, en el
colmo de la delicadeza (de la que sólo son capaces quienes están locamente
enamorados), nos pregunta: "¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido?
Respóndeme".
-Dios no nos destruye cuando nos
apartamos de Él, sino que reitera su llamada para que sigamos su camino; Jesús
se vuelve y reprende a quienes querían hacer bajar fuego del cielo para
destruir aquella aldea samaritana poco hospitalaria.
-Dios no necesita nuestro cumplimiento
cabal para sentirse "más Dios", y luego agradecernos nuestros buenos
servicios; Él nos ha amado primero, nos ama desde siempre, nos amará por
siempre, no por nuestros méritos o por nuestras buenas obras, sino por que sí.
-Dios no nos mira desde la lejanía y la
distancia; si nosotros éramos indignos de su amor (¡y lo éramos!), Él manda a
su propio Hijo para que se haga uno de nosotros y así amarnos a todos con el
amor que ama a su Hijo.
-Dios no nos propone un plan caprichoso
y extraño para medir nuestra fidelidad: Dios quiere que seamos personas, que lo
seamos del todo, que lo seamos para siempre, que alcancemos el límite de
nuestras posibilidades; y respeta nuestra libertad para aceptarlo o no; y,
aunque le demos la espalda, nos sigue queriendo y sale cada día a los caminos
de la vida, con los brazos abiertos, para ver si nos divisa en el horizonte y
acudir corriendo a acogernos en sus brazos (/Lc/15/11-31).
-Porque Dios nos ama. Este era el Dios que había enamorado a Jesús; éste
era el Dios que él quería darnos a conocer; éste es el Dios en quien hemos
puesto nuestra fe... pero no siempre es éste el Dios que anunciamos. Aunque
tengamos muy buena voluntad, no lo haremos mejor por seguir nuestros criterios
humanos a la hora de anunciarlo, hemos de aceptarle y anunciarle tal y como es.
(Adaptacion del pbro. José Casimiro; Luis Gracieta, Dabar 1989, 35)