TRES DETALLES PARA MEDITAR Y APLICAR EN NUESTRAS VIDAS
(Mt. 26, 3-5. 14--27,66)
Hermanos, la Pasión misma de Cristo es una gran predicación, es la predicación por excelencia. Ese es el mensaje, esa es la noticia, esa es la gran noticia del amor. En ella, en la Pasión de Cristo, vemos resonar con fuerza infinita la palabra amor. Amor es lo que brota por los poros de Cristo en forma de gotas de Sangre. Amor es lo que nos dice su boca silenciada a fuerza de violencia. Amor es lo que está proclamando su cabeza, por amor a nosotros coronada de espinas. Y su Cuerpo entero, extendido y desgarrado en la Cruz, es un poema de amor, es una declaración de amor.
La Pasión según San Mateo, tiene algunas particularidades, y quisiera detenerme un instante en esos rasgos que son los específicos de Mateo: son tres.
Primero, como hemos oído, Mateo es el único entre los Evangelistas que nos cuenta el terrible desenlace de Judas Iscariote. Un desenlace que nos entristece, pero que al mismo tiempo nos advierte sobre la gravedad de lo sucedido; un desenlace que sin embargo, no nos permite, no nos autoriza a formular un juicio último sobre la persona de Judas Iscariote.
Al fin y al cabo, como decía un predicador, de los Apóstoles fue él, fue Judas Iscariote, movido por la desesperación, quizás, pero fue él, quien expresó más claramente ante los sumos sacerdotes, quién era Jesús: "Es un inocente, es un justo. He hecho una obra mala" San Mateo 27,4. Y de alguna manera trató de deshacerla.
Por eso, ese acontecimiento, ese suicidio del Iscariote, a pesar de su terrible gravedad, todavía no nos autoriza a cerrar para siempre la puerta de la misericordia sobre la vida de este hombre. Sólo Dios sabe qué haya sucedido en él, pero ahí está esa enseñanza para nosotros.
La segunda particularidad que tiene el evangelio según San Mateo, es ese versículo en el que la esposa de Poncio Pilato le manda decir: "No te metas con ese Justo. He sufrido mucho en sueños por Él" San Mateo 27,19, una frase que tal vez ha pasado inadvertida en medio de toda la lectura que hemos oído, pero ahí está en el evangelio de Mateo.
Y es significativo, porque los autores que conocieron a Pilato, o que saben de la vida de Pilato, nos dicen que él era un hombre sanguinario, un hombre celoso de su poder, un hombre conflictivo y también un hombre supersticioso. Por lo tanto, un hombre dado a creer en augurios, premoniciones, sueños y cosas parecidas.
Y en este caso es la esposa de Pilato la que le manda decir: "No te metas con ese Justo" San Mateo 27,19. Uno siente como un escalofrío de pensar, que hasta el último momento y por el último recurso, estaba Dios advirtiendo a Pilato de la situación.
Recordemos que es también el Evangelista Mateo el que nos cuenta, -y es el único que lo hace-, aquel relato de los Magos de Oriente, unos sabios de Oriente que recorrieron un largo viaje para llegar a donde Jesús, guiados por una estrella. Seguramente esos magos o sabios de Oriente eran astrólogos, y se pasaban las noches mirando las estrellas, buscando ahí alguna explicación para el sentido de su vida y el sentido de la historia. Y Dios se valió de éso, que seguramente no es el camino principal para mostrar su voluntad. Dios se valió de esos fuegos celestiales, de esas luces en el cielo, para guiar a estos astrólogos. Es decir, Dios incluso se adaptó a esa manera, a esa búsqueda que ellos tenían, para guiarlos hacia Jesús.
Aquí vemos en el caso de Pilato algo parecido. Pilato es un hombre supersticioso, y Dios se adapta a esa manera de ser de Pilato y trata de enviarle un último mensaje, podríamos decir: "Mira, es un Justo. Te lo digo en tu propio lenguaje, -es un Justo-, en el lenguaje que tú puedes escuchar, porque no has querido escucharlo ni siquiera a Él. En ese lenguaje que a ti te interesa, el de la superstición y el augurio, en ese lenguaje te digo, es un Justo".
Y sin embargo, triste cosa, tuvo más poder la codicia de su autoridad o el temor a desairar a las autoridades judías. Tuvo más peso éso, lo que es una lección para nosotros en medio de lo triste que resulta. Porque nos enseña cómo Dios agota hasta el último recurso, Dios hace hasta lo último por tratar de tocar nuestro corazón.
Se parece a lo sucedido con Judas. Lamentablemente, sabemos cómo sigue el relato. Pilato no se ablandó, ni aunque Dios le hablara en su propio lenguaje. Pilato permaneció en su actitud, prefirió la conveniencia, escogió la política y la buena relación con estas autoridades judías. Se endureció, y la condena de Cristo se realizó.
Pero lo mismo que en el caso de Judas, tenemos que decir: "No cerremos, -porque no somos quién-, no cerremos definitivamente la puerta de la misericordia". Sólo Dios puede saber qué haya sucedido en el caso de este hombre, que no quiso escuchar ni siquiera cuando Dios le habló en su propio lenguaje.
Y la tercera particularidad que tiene el evangelio de Mateo, está en el momento mismo de la Cruz. Los tres Evangelistas, llamados Sinópticos; es decir, Mateo, Marcos y Lucas, nos presentan esa dolorosa escena de los insultos que Cristo tuvo que soportar en la Cruz.
Juan es más discreto y silencia esta parte. Pero es interesante ver cómo cada uno de los Sinópticos nos presenta ese insulto, ese oprobio, de una manera distinta. En el caso de Lucas, el insulto que le dirigen a Nuestro Señor es: "Si eres el Rey de los judíos, ..." San Lucas 23,37. En el caso de Marcos es: "Si eres el Rey de Israel, si eres el Cristo,..." San Marcos 15,32. Y en el caso de Mateo, como lo acabamos de escuchar, es: "Si tú eres el Hijo de Dios, ..." San Marcos 27,43.
Hay una particularidad en esta manera de herir a Cristo. Si nosotros nos vamos al capítulo cuarto del mismo evangelio de Mateo, encontramos que Satanás, cuando quiere tentar a Cristo, le dice precisamente: "Si tú eres el Hijo de Dios,..." San Mateo 4,3; San Mateo 4,6.
De manera que los oprobios que padeció Nuestro Señor en la Cruz, tienen la huella, tienen la garra de Satanás. Así como en el momento del desierto, Satanás pretende ganar terreno en Cristo, diciéndole: "Si tú eres el Hijo de Dios,..." San Mateo 4,3; San Mateo 4,6, así también en la hora de la Cruz, que es el desierto de los desiertos, que es la soledad de las soledades, llega la tentación por encima de toda otra tentación: "Si tú eres el Hijo de Dios,..." San Mateo 27,43, le dicen los que están ahí.
¡Pero atención! Podemos decir: Más que ellos, más que lo que ellos estuvieran diciendo, era el mismo Satanás el que hablaba por esas bocas, y el que allí renovaba el combate que había perdido en la hora del desierto.
¡Qué importante para nosotros comprender que la Cruz es como el segundo capítulo de esa obra tentadora de Satanás, que tuvo su primer capítulo en el desierto! Ahí está Satanás, buscando todavía la victoria y buscándola con el mismo título.
Pero, ¡bendito sea Dios! ¡Gloria a Dios! Ahí está Jesús de nuevo venciendo, Jesús más unido que nunca a la voluntad del Padre, Jesús entregado al amor del Padre, Jesús obediente al Padre, y en obediencia al Padre, amoroso y salvador de todos nosotros.
Y este es el mensaje grande de la Cruz; este es el mensaje grande de la salvación. Bendigamos a Nuestro Redentor, alegrémonos en Nuestro Salvador. Regocijémonos, porque la noticia del amor ha sido pronunciada sobre nosotros y es más fuerte que la noticia del odio y que la noticia de la muerte.